THE YOSUA TEAM

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jueves, 14 de noviembre de 2013

7º Dia de viaje

Salimos hacia Ouarzazate casi a media mañana, la ruta no iba a ser muy larga y nos lo tomamos con calma, continuamos por el Valle de las Rosas, nos desviamos hacia la garganta del Dades por una carretera llena de curvas, en una de ellas, atravesada de lado a lado por un gran bache, se tumbó una de las motos que llevábamos delante, fue una sensación extraña y desagradable ver caer a los compañeros, sobre todo a ella, que salió literalmente volando ante nuestros ojos hasta aterrizar en el suelo sin más daño que el dolor del golpe y el susto que ambos se llevaron en el cuerpo. Nos detuvimos para relajar tensiones y hacer un par de fotos de grupo a contraluz junto a la garganta profunda por la que corría el río. Una vez superado el susto y viendo que no había habido daños materiales reanudamos la marcha despacito para poder ver bien los baches que de vez en cuando decoraban  la carretera. Unas curvas más arriba paramos en un bar desde el que se divisaba todo el curso del río, las inmensas paredes de su garganta y la carretera serpenteante por la que habíamos venido.  Los compañeros que habían caído decidieron esperarnos allí ya que el camino había que desandarlo y ellos no tenían ganas de más curvas. Seguíamos subiendo y subiendo la montaña por una carretera estrecha que parecía querer  llegar al cielo, a un lado el precipicio y al otro la montaña a la que no acabábamos de coronar, abajo quedaba el rio escondido entre las sombras que provocaban las mismas montañas por entre las que discurría. Llegamos a una explanada que hacía de mirador   y disfrutamos de un  paisaje único e inesperado, allí, en las cimas de la cordillera del Atlas teníamos ante nuestros ojos un valle que discurría entre las laderas de las montañas desérticas, no más ancho que un campo de futbol, o quizás dos al verlo desde tal altura era difícil calcular, alrededor todo puro desierto, montañas desérticas y un inmenso cielo azul, luminoso y limpio hacían aún más irreal la belleza de esa franja de vegetación que discurría, como un gran río verde al abrigo de las montañas sin vegetación, la mancha verde iba haciendo meandros como si de un río se tratara dibujando retazos de color verde en cada recodo de las montañas. La carretera se volvió mágica, pintada de verde  en el fondo y todo tipo de ocres a los lados. En el momento de parar nos dimos cuenta de que habíamos perdido un bulón de sujeción de uno de los apoyapiés del copiloto lo que dificultaba mucho su labor de hacer fotos ya que ni se podía apoyar con fuerza ni mantenerse  de pie ni un segundo, todos trataron de ayudarnos pero no quedaba más opción que buscar un taller en el que nos pusieran una tuerca de presión o un perno con tuerca y arandela que sujetara bien el reposapiés. Hicimos fotos de grupo y disfrutamos de la bella vista antes de volver a desandar la carretera.
En algún lugar del camino yo había visto el taller de un herrero, se lo dije al jefe de ruta con la idea de quedarnos a reparar la moto y luego alcanzar al grupo en el bar en el que nos esperaban los compañeros. Nadie quiso seguir la ruta sin nosotros, me emocionó ver a tantas personas esperando pacientemente a que me arreglaran el reposapiés, les dimos las gracias a todos después de tener la moto arreglada y partimos en grupo montaña abajo para reunirnos con los compañeros que nos esperaban, pasamos junto a ellos media hora después y ya todos juntos seguimos la ruta hacia la Kasbah de Ait-Benadou. Los depósitos de gasolina ya iban secos y paramos en la primera gasolinera que encontramos en el camino, repostamos todos y en el momento en el que la última moto repostaba apareció la moto del compañero que se había caído en la curva seguido de la furgoneta, paró en el arcén y se dirigió enfurecido hacia el jefe de ruta, nuestro Road, diciéndole todo tipo de insultos que hizo extensivos a todos los que íbamos con él, estaba enfurecido por las dos horas que habían estado esperando y rabioso porque no habían comido y nosotros sí, en ese momento le explicamos que nadie había comido porque habíamos tenido una avería que nos retrasó. Se quedó sin palabras y confundido, entendíamos su nerviosismo pero creíamos que se había pasado ligeramente con sus improperios.
Algo molestos por la situación vivida llegamos al hotel de Ouarzazate, aprovechamos para refrescarnos en la piscina, estando allí se acercó a mí el compañero al que se le había caído la moto, en el bache que más parecía un socavón; estuvimos conversando de la responsabilidad que supone llevar la vida de otra persona en tus manos, del disgusto de no  haber podido evitar una caída y de la preocupación por casi provocar un accidente en cadena. Él estaba molesto  por su forma de actuar aunque consideraba que tenía parte de razón, reconoció que se había preocupado muchísimo al ver a su mujer en el suelo y que no pudo contener los nervios cuando nos vio de vuelta pasar sin parar a esperarlos. Los moteros no paramos pero la furgoneta sí. Yo entendí su enfado y su preocupación, al igual que debían entenderlo todos, y él entendió que estuviéramos molestos por sus palabras.
Antes de cenar fuimos un grupo, dando un paseo, a visitar la  Kasbah  de Taouirt, llegamos a tiempo para que un guía nos enseñara el palacio y las distintas dependencias, luego paseamos por la ciudad, vimos tiendas e hicimos fotos y más fotos. Tras un atardecer precioso en tonos rojos y anaranjados que se reflejaban en los edificios color tierra volvimos al hotel para cenar. Había música en directo en la terraza y aprovechamos para echar unos bailes y tomarnos algo fresco.

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